Hacer comunicación es transmitir información responsablemente, a través de cualquier tipo de plataforma que utilicemos. Sin duda, no son las herramientas tecnológicas quienes se encargan de la función ética de un hecho, sino que somos los profesionales de esta disciplina los que apuntamos a crear un beneficio para la sociedad, conectándose con el público y su entorno. En otras palabras, es el o la comunicadora quien tiene esta misión de transmitir lo concreto, lo real y lo fidedigno de un producto o servicio.
Fabio Tropea[1] dice en referencia a la comunicación que “…en el sentido primario del término comunicar, aquel latín communicare, que significa poner en común, estar juntos, compartir. En nuestra sociedad postindustrial parece estar extinguiéndose el ímpetu lineal de la modernidad y haber vuelto a una idea circular, a una nueva valoración de la comunicación como comunión de cuerpos y mentes…”.
Estamos de acuerdo con este enunciado, ya que es en el contexto actual cuando se aplican los sistemas de comunicación que están estratégicamente bien pensados. Estos cuentan con personas que tienen que realizar multitareas para desempeñarse y lograr resultados que logren impactar más en su audiencia.
Hoy en día las empresas u organizaciones privadas y públicas que cuentan con un plan estratégico de comunicación tienen que seguir un proceso lógico secuencial que le va a permitir responderse: ¿qué deseo comunicar?, ¿con quién me debo comunicar?, ¿de qué forma debo hacerlo? Ese camino exige un trabajo en equipo, con espíritu integral y holístico para lograr los resultados deseados.
Teóricamente lo expuesto suena bien, desde el trabajo de la persona al conjunto de personas que realizan los lineamientos comunicativos. Estos lineamientos tienen que tener coherencia con la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) porque ésta responde a un objetivo general y a principios institucionales que fortalecerán la imagen corporativa de cada institución.
Y si nos atrevemos a tener una visión más trascendental, en lo social, cultural, ambiental y económico, podríamos decir, a manera de ejemplo, que las empresas extractivas deben realizar una RSE que cubra las necesidades básicas de regiones en extrema pobreza y desarrolle su trabajo cumpliendo los estándares ambientales que se les exige.
Asimismo, una marca que trabaje con textiles, usando iconografía ancestral, tendrá que tener en claro que no solo ellos serán los beneficiados, sino que la cultura viva que transmite la esencia e inspiración de aquellos telares sean también considerados. Es decir, las empresas y organizaciones que trabajan para tener mayor rentabilidad y, por tanto, posicionamiento, deben estar convencidas del bien que no solo se queda en las utilidades, sino que repercute para un bien más amplio que cuida la vida, la cultura y el medio ambiente.
*Artículo publicado en el Monográfico de Comunicación Responsable de Corresponsables
[1] TROPEA, Fabio. “El bit y la hormiga: Especificidades e interferencias entre lo interpersonal y lo mediático en la comunicación del final del milenio” Gabinete de Comunicación y Educación, Universidad Autónoma de Barcelona.