«Empresa y Universidad han de tenerse más en cuenta recíprocamente»

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Dr. Francisco Aguadero Fernández, profesor universitario y socio docente de Dircom

Con cierta frecuencia hablamos, u oímos hablar de comunicación con una soltura o desparpajo tal que perece que se está hablando de algo cotidiano o trivial, sin importancia. La verdad es que la comunicación sí es cotidiana y unas veces tiene más importancia que otras. Vamos a referirnos a la comunicación aplicada, ese tipo de comunicación que se hace necesaria para el entendimiento de las personas y para el desarrollo de las organizaciones. Y cabe preguntarse si esa comunicación, además de ser aplicada, es preciso o no que también sea responsable. Por supuesto que toda comunicación organizacional ha de ser responsable, pero ¿siempre lo es? Pues no, no siempre lo es y de ahí surge esa especie de necesidad de hablar de comunicación responsable cuando nos movemos en contextos de responsabilidad social y sostenibilidad.

Con todos los públicos o grupos de interés es necesario y preciso ejercitar la comunicación responsable, pero si he de señalar alguno me quedo con la academia. La relación y sintonía entre el mundo académico y la empresa es imprescindible tanto para el desarrollo humano como para el desarrollo de todo tipo de entidades. Si hacemos nuestra la tan repetida frase (con sus matices) de que la educación es el instrumento más importante para cambiar el mundo (el arma más poderosa, que dijera Nelson Mandela) o la llave para abrir la puerta de la libertad, hemos de convenir que su alma mater, la academia, es la palanca que lo hace posible.

Las alianzas entre la universidad y la empresa son necesarias para el progreso, pero sin olvidar que la universidad ha de formar ciudadanos, no solo empleados. Una buena y fluida relación entre la empresa y la universidad facilitará el alineamiento de las competencias de los egresados universitarios con las necesidades del mundo empresarial, fomentará la investigación y la innovación aplicada a la generación de nuevas metodologías, procesos y productos. Pero los campus universitarios no pueden ser simplemente una expendeduría de títulos orquestada desde el mercado empresarial. La universidad no puede renunciar a su papel de promotora del conocimiento y del espíritu libre, del desarrollo socioeconómico y del avance de las sociedades.

Consecuentemente, la universidad ha de formar en conocimientos, capacidades y habilidades, pero sobre todo ha de formar en ética y en valores, para alumbrar personas no sólo con capacidades laborales o directivas, también individuos capaces de entender la sociedad, liderar el progreso y apuntalar la sostenibilidad. Es por eso que las Humanidades y las Ciencias Sociales, con sus distintas especialidades, son las carreras hechas por muchos de los directivos de éxito, así como los perfiles demandados por las grandes empresas, incluso por aquellas conocidas como empresas tecnológicas.

La universidad ha de dar respuesta a esa demanda de las organizaciones, potenciando y orientando hacia la empresa e instituciones las especialidades de Filosofía, Historia, Literatura, Sociología, Comunicación, Arte… La academia, la universidad, ha de formar ciudadanos responsables, porque es el único modo de contar con buenos profesionales para la sostenibilidad y el progreso social. Y dentro de esa formación, no cabe la menor duda de que tanto en su nivel de grado y posgrado, como en su función complementaria, los estudios de Comunicación aportan transversalidad a planteamientos, estrategias, tácticas y acciones dentro de toda organización que los hacen imprescindible para el desarrollo y sostenibilidad de la misma. Percepción ésta que viene a confirmar una reciente investigación promovida por Dircom (Asociación de Directivos de Comunicación) y coordinada por las doctoras Marta Perlado Lamo de Espinosa y Marta Saavedra Llamas, con la participación de varios autores.

El signo de los tiempos requiere que tanto la empresa como la universidad han de tenerse más en cuenta en sus respectivos planes y objetivos. La universidad ha de corregir uno de sus fallos tradicionales y redoblar sus esfuerzos en la transferencia al mundo empresarial del conocimiento y de los resultados de la investigación, viendo a la empresa como un socio. De poco sirve hacer investigación si luego ésta se queda archivada en las estanterías. Por su parte, la empresa debe percibir a la universidad como lo que es en su totalidad: una entidad investigadora, generadora de conocimiento, formadora de profesionales de alto nivel, facilitadora de metodologías y servicios tecnológicos, así como de intervención formativa ad hoc según demanda específica de cada empresa.

 

*Artículo publicado en el Monográfico de Comunicación Responsable de Corresponsables.

 

 

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Periodista en Corresponsables

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