Cuando hablamos de Comunicación tendemos, por lo general, a referirnos a la que lleva a cabo la organización con sus partícipes externos, o bien a los planes de comunicación interna que dicha organización tiene en marcha para relacionarse con sus empleados. Es importante darle la importancia que tiene, porque una organización sin un buen plan de comunicación pronto desaparecerá del mercado.
En esta oportunidad vamos a contemplar la comunicación desde un ángulo más «personal», aquel que se produce en las distancias cortas y que es la base para que todo lo demás funcione: la relación que se establece entre la persona responsable de un equipo de trabajo y las personas que forman dicho equipo.
Todos estamos de acuerdo con Paul Watzlawick en que es imposible no comunicarse, y en el caso de alguien que hace de jefe es especialmente cierto: incluso en aquellos casos extremos en que el jefe decide retirar la palabra a un empleado está comunicando, y su comunicación generará respuestas probablemente indeseadas.
De modo que resulta recomendable procurar que la persona responsable aplique un modelo de relación que genere comportamientos adecuados para conseguir los objetivos corporativos, y eso sólo se logra si las personas del equipo tienen un alto nivel de compromiso. No con la empresa –que es algo más vago– sino con la persona responsable con quien convive día a día y a quien debe reportar. Si el equipo no está comprometido baja la productividad, la calidad, la creatividad, y bajan los resultados.
Recomiendo aplicar la fórmula de fabricación del compromiso, C = 3R (Compromiso = Respeto x Reconocimiento x Referencia). Veamos:
-Respeto: Respetar a una persona es tener en consideración lo que dice y hace mirándola como lo que es, una persona. A menudo tomamos la parte por el todo, dando por sentado que el rol que representa en una relación (por ejemplo, empleado respecto al jefe) la define como persona. Y si solo nos relacionamos con ella en tanto que empleado ejecutando órdenes estamos excluyendo de la relación toda una riqueza cognitiva y emocional que la persona guarda para sí en lugar de aportarla a la relación. No podemos no comunicar, y si ofrecemos respeto generamos respeto.
-Reconocimiento: Apliquemos la frase «píllales haciendo algo bien». Está demostrado que agradecer algo bien hecho (algo objetivo, que se pueda comprobar) provoca sentimientos positivos y predisposición hacia comportamientos más eficientes. Ya sabes que el comportamiento cambia el sentimiento y el sentimiento cambia el pensamiento. Y ello ocurre porque la persona que se ha sentido reconocida entiende que se le está mirando precisamente como persona, alguien que pone lo mejor de sí para obtener los mejores resultados. No se limita a ejecutar una tarea, sino que aporta lo mejor de sí y obtiene a cambio la mirada apreciativa del interlocutor. Agradezcamos no sólo con palabras, sino dibujando oportunidades para que esa persona pueda expresarse en toda su riqueza…
-Referencia: un marco de referencia es vital para que una persona comprenda qué es plausible y qué no deseable en su entorno profesional. Lo que puede ser perfecto en un contexto o situación puede resultar desastroso en otra oportunidad. Todos necesitamos saber «qué terreno pisamos» para sentirnos seguros. Necesitamos saber cuáles son los principios rectores que no pueden transgredirse y hasta dónde se puede llegar. Muchas organizaciones consideran solventado el asunto con la redacción de la misión, la visión y los valores. Es condición necesaria pero no suficiente, porque lo verdaderamente importante es que esos conceptos difusos se plasmen en el día a día, a través de los juicios que hacemos sobre los comportamientos de las personas de nuestro entorno. Y que faciliten a la persona un marco de plastilina capaz de permitir cierto juego en función de las aportaciones y la creatividad de la persona, no un marco de cemento que constriña.
Es una fórmula muy sencilla de exponer y algo más difícil de poner en marcha, pero que ofrece resultados espectaculares cuando se administra juiciosa y permanentemente. A fin de cuentas, es una forma tangible de que la organización enriquezca sus políticas de comunicación con sus partícipes principales.
*Artículo publicado en el Monográfico de Comunicación Responsable de Corresponsables