La comunicación en el mapa de la Responsabilidad Social

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Gráfico de la RS como brújula de fines desde un mapa de Qués, Porqués, Quiénes y Cómos. (Elaboración propia autores)

Grupo de trabajo de la Universidad de Valladolid formado por Susana de Andrés del Campo, Rodrigo González Martín, Rocío Collado Alonso y Mª Cruz Alvarado López

El número de libros sobre Responsabilidad Social y comunicación asciende a unos 5.000 títulos editados sólo en España (Base de datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte). Ante esta quebrada de acciones, definiciones y pautas, es momento de alzar la mirada para construir una cartografía de las múltiples situaciones en las que podemos habitar la Comunicación de la Responsabilidad Social. Y trazar las rutas que nos permitan movernos en su orografía: el reverso de la Responsabilidad Social comunicada, y su anverso, la comunicación responsable.

El mapa -que aparece como imagen- permite analizar en qué pregunta situamos la cuestión de la Responsabilidad Social: quiénes la realizan, los porqué,  los qué o la tematización en la que se concreta, los dónde, los cómo, y sus fines. Los fines no son elementos extrínsecos, no son metas a alcanzar, sino lo envolvente a todo, lo intrínseco, las energías internas que dan sentido y dinamizan un proceso hacia una visión utópica.

¿Para qué queremos las utopías? Como decía Galeano: para seguir caminando. Para dar sentido al camino y orientarnos en la ruta. Para elevar el criterio de nuestras decisiones.

En este artículo no podemos desarrollar la explicación de este mapa (que necesita su ampliación a menor y mayor escala) pero obsérvese el lugar de la comunicación en él.

La comunicación no habría de ser un mero medio para exponer la responsabilidad social. No es un cómo ni un para qué de los programas, políticas u objetivos de la Responsabilidad social corporativa, empresarial, universitaria, etc. La comunicación ha de ser un fin. Porque comunicar significa poner en común.  Y eso implica los qué, cómo, para qué, porqués.  La comunicación como fin  es la única manera de ser responsable, ya que responsable deriva de responder. La responsabilidad social se legitima sólo procesos dialógicos. La comunicación como fin de la responsabilidad social se asienta en la teoría de la comunicación dialógica.

Reflexionemos en términos éticos, ya que la responsabilidad social sería una suerte de políticas y tecnificación de ética (racionalidad) práctica. Si bien se ha desarrollado toda una deontología de la responsabilidad social y de la comunicación responsable, no debemos limitarnos al modelo de la ética kantiana, sino alcanzar y superar la ética dialógica de Apel y Habermas. Construir y versar una ética del discurso, en la que elijamos normas y conductas que hayamos acordado toda la comunidad, en un proceso de diálogo abierto, transparente, participativo y cordial (ética de la razón cordial de Adela Cortina). Para garantizar la realización responsable de nuestras acciones desde y para el bien común.

Para ello, miremos siempre hacia los fines, más allá de la  insularización de objetivos e intereses. No son ínsulas de conquista puntual, aislada, cerrada. Es su visión la que nos permite asumir la misión de convertirlos en verdaderos fines intrínsecos, con los que comprometernos en el ahora, en la acción, los objetivos y las estrategias de corresponsabilidad.

Necesitamos brújulas que nos permitan orientar rutas más allá de objetivos e intereses cortoplacistas. En esa vista de fines que nos orientan y nos elevan en categoría moral y humana, subrayemos el urgente fin de la igualdad. La investigación realizada por Wilkinson y Kate Pichett en 2009 encontró correlaciones entre la desigualdad social y todo un extenso listado de problemas sociales. Destacaron el más evidente indicador de la desigualdad social: el estatus de las mujeres.

Orientando la brújula hacia el polo de la igualdad, habremos de asumir también las necesarias éticas de la igualdad. En ellas encontraríamos sendas seguras en las que transitar. Por ejemplo (siguiendo la ética feminista de Graciela Hierro): transvalorizando en nuestras acciones y discursos los valores positivos típicamente asociados a lo femenino (ternura, paciencia, sentido comunitario, sensibilidad, receptividad) y los típicamente masculinos (asertividad, acometividad) y desvalorizar los pseudovalores de una cultura patriarcal contaminante que asocia pasividad, objetualización, dependencia o debilidad a ellas y competencia, violencia, dominación a ellos. En esta fértil zona, podremos desinfectarnos de los virus patriarcales que no dejan avanzar a nuestra sociedad: machismos, sexismos, violencias hacia las mujeres, dominación de seres humanos y no humanos. Abracemos el ecofeminismo (Alicia H. Puleo) y la utopía de la sociedad responsable, corresponsable, en igualdad, felicitante, estará muy cerca.

Si integramos comunicación e igualdad como fines, tenemos un camino seguro hacia la sociedad que es nuestro deber construir.  Es el momento, ahora, de crear un compromiso firme. Una voluntad sincera, de crear y creer, comunicando, en una sociedad igualitaria, en la que se defienda y priorice la igualdad efectiva, de oportunidades, derechos y libertades, de hombres y mujeres. Sólo desde ese compromiso, dejaremos de seguir aplaudiendo a nuestros remeros asalariados de la RS, desoyendo la alerta roja de la imperante y creciente desigualdad social en la que nos hundimos.

*Artículo publicado en el Monográfico de Comunicación Responsable de Corresponsables

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Periodista en Corresponsables

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