La crisis ha terminado con numerosas empresas, pero además ha dejado dañada de alguna manera a todas. No me refiero con esto a reducción de ventas, de cuota de mercado o de poder económico; me refiero a la pérdida de confianza por parte de la sociedad. En muchos casos, los ciudadanos han percibido que han sido engañados a lo largo de años y que no han recibido una información veraz por parte de las compañías e instituciones. Esto ha desembocado en la situación actual: una crisis de fiabilidad y confianza, elementos clave para el desarrollo.
Ante este panorama, los comunicadores nos enfrentamos al gran reto de favorecer la recuperación de la confianza ciudadana en las empresas e instituciones, algo a lo que sólo llegaremos practicando nuestro oficio de manera responsable. La comunicación responsable es, por tanto, piedra angular del desarrollo. Por definición debe asegurar una praxis ética de la comunicación, que implica, entre otros, la creación de relaciones honestas con los grupos de interés, donde el diálogo se dé de manera natural y con un objetivo constructivo.
Debe ser también una comunicación adaptada y accesible y, por supuesto, transparente; practicando una transparencia obviamente razonada, cuidada y siempre basada en la realidad. La realidad vivida y transmitida de manera correcta y eficaz conformará la reputación de nuestras empresas. Pero además, el relato de la realidad ha cambiado, entre otros, por la exigencia social de profundizar en el mismo. Ya no es suficiente con contar resultados económicos, hay que explicar cómo se han alcanzado y cuál ha sido el impacto social y ambiental provocado.
La sociedad quiere saber cuáles son los valores sobre los que se asienta la empresa, con qué proveedores se trabaja y cómo es, no sólo el comportamiento de la empresa con los proveedores sino de los proveedores con sus empleados… es decir, la exigencia de transparencia es patente. Este tipo de comunicación va a favorecer el conocimiento de las compañías, permitiendo iluminar y poner el foco en lo que antes no se contaba y que es algo clave en el desarrollo de la sociedad. En este sentido, apuesto firmemente por la comunicación responsable y positiva como herramienta de cambio.
Con todo ello podemos beneficiar y aportar a la sociedad y, por supuesto, beneficiar a nuestra compañía a través de la creación de reputación. Para ello lo primero es realizar un análisis profundo y sincero de nuestra realidad. Una vez tengamos claro lo que está bien hecho, es el momento de ponerlo en valor y compartirlo. Es nuestra responsabilidad transmitir, contagiar y conmover a los demás.
En definitiva, la comunicación responsable es la comunicación del presente y del futuro. Es una exigencia de la sociedad, pero es también un factor de competitividad empresarial y una cuestión de valores propios y personales. La comunicación responsable es el camino. Yo, desde luego, no entiendo otra manera de comunicar que no sea de manera responsable.