La capacidad de difusión de los medios de comunicación y el impacto de sus contenidos sobre la ciudadanía exigen un grado de responsabilidad elevada. La función de informar va más allá de trasladar unos hechos. Los medios pueden crear opinión pública, sensibilizar sobre determinados hechos o comportamientos. Por eso es esencial informar con rigor y conocimiento para generar criterio a través de la verdad.
El Periodismo tiene una misión fundamental de vigilancia de los poderes públicos y privados; posee una función de contrapoder. La premisa para un ejercicio responsable es mantener una actitud de independencia, a pesar de las distintas, y aceptadas, líneas editoriales de los medios, algo que genera pluralidad. Sólo así, sirviendo a la veracidad, el Periodismo demuestra su utilidad social. Pero, la independencia no significa indiferencia.
Los medios de comunicación deben sembrar paz y convivencia, sin elevarse sobre la justicia, nada más lejos en el Periodismo que contribuir a la paz de los cementerios. El debate de ideas, ofrecer voz a la diferencia y a posturas antagonistas es hacer Periodismo, y, por lo tanto, enriquecer a la sociedad.
Un Periodismo libre es la clave para construir democracia. Sólo así seremos útiles. De ello depende la supervivencia del Periodismo y, por ende, la calidad de la democracia. La responsabilidad de los medios y de cada profesional es enorme, porque también lo es su misión.
La prensa informa y comenta los hechos, pero la información y la opinión se hallan más relacionadas de lo que parece. La propia selección de las noticias, ese criterio, es, en sí mismo, opinión. El periodista selecciona, con criterio profesional, lo sustancial. Lo que importa a la sociedad a la que se dirige. Aquello que, a su juicio, posee interés público; investiga, consulta fuentes expertas y autorizadas, confirma hechos y lo cuenta con profesionalidad…
El Periodismo toma el pulso a la sociedad y la modifica al difundirlo. Lo hace consciente de ese paso, con un compromiso de rigor, siguiendo un código ético, y con un grado de calidad elevado, con capacidad de liderazgo en el tratamiento informativo en los datos y en la opinión.
La crisis económica y el modelo de negocio informativo han debilitado esa obligada responsabilidad social de los medios. En la nueva Sociedad de la Información el editor, en muchos casos, se ha mezclado con el gestor. El objetivo económico ha rebajado las exigencias en la información y su responsabilidad.
El modelo de negocio tradicional, centrado casi exclusivamente en los ingresos publicitarios, se ha vuelto obsoleto. Faltan editores, editores adaptados al siglo XXI, a la nueva Sociedad de la Información. Y sobran gestores carentes de responsabilidad y complicidad con la ciudadanía a la que se dirigen y a la que se deben, que no diferencian la industria periodística de otra empresa cualquiera.
El gestor ha tomado posiciones en la empresa informativa, en detrimento del periodista, empezando por el director.
Los medios privados poseen una gran dependencia financiera y de las subvenciones, al margen de su línea editorial, y los públicos sufren una enorme contaminación política. Esta situación debilita al Periodismo. No es nuevo, constituye una tentación permanente del poder, de cualquier color y tendencia, con la consiguiente pérdida de credibilidad y el empobrecimiento democrático que ocasiona.
La libertad de prensa vive momentos difíciles, pero debemos asumir que su protección debe constituir una defensa constante. Por eso, la formación ética en las facultades es esencial para generar profesionales con conciencia.
El profesor de ética, Javier Darío Restrepo, afirmó en un curso de la FAPE que si la Universidad solo enseña técnicas, el periodista sale sin armas para enfrentarse a un oficio que, para ser digno, precisa una gran reserva interior. Fundamentalmente, conciencia.
Y es que el periodista se ve sometido a adoptar decisiones rápidas, se trabaja a tiempo real, y recibe presiones del poder político, económico, social, o de la velocidad de las redes sociales, que debe calibrar y confirmar. Presiones que existirán siempre y que evidencian el peso del Periodismo en la opinión pública.
Los políticos tienden a manejar una política de emociones, donde es difícil distinguir la verdad, por eso prefieren moverse en las redes sociales, donde emiten su mensaje, sin preguntas ni repreguntas del periodista. Ocurrió en las últimas elecciones americanas, pero también con el Brexit en Gran Bretaña o con el intento soberanista en Cataluña.
El periodista precisa conciencia para enfrentarse con argumentos y formación a la era de la “posverdad”, a base de rumores o simplemente mentiras repetidas que circulan a través de webs y redes sociales, pero que no deben remover los fundamentos del Periodismo en cualquiera de sus soportes.
En los últimos años, los periodistas nos hemos enfrentado, seguramente, a la mayor crisis de la historia del Periodismo. La precarización se ha instalado en las redacciones, entre los profesionales que no perdieron su empleo y quienes se han incorporado a la profesión con peores condiciones laborales… un hecho que deteriora la calidad del producto informativo e invita a la autocensura. El Periodismo no está para influir ni para mantener el poder, sino al lado del pueblo, buscando el interés público.
Por eso apelamos a la autorregulación profesional. Clave para fortalecer la ética periodística. La Fape puso en marcha, hace una década, la Comisión de Arbitraje, Quejas y Deontología del Periodismo, que vela por la conciencia profesional, por el cumplimiento del Código ético. La integran personalidades de reconocido prestigio y ha emitido unas 150 resoluciones.
Las Comisiones audiovisuales existentes seleccionan a sus miembros desde los partidos políticos, algo que revela un velo de politización en su funcionamiento, y está dotado de capacidad punitiva. El castigo de la Comisión de Arbitraje es puramente moral. A este órgano de autorregulación puede acudir cualquier persona o entidad que se sienta afectada por el tratamiento de una información periodística.
Es verdad que el Periodismo es el compromiso con la verdad en la era de la posverdad. Desde la FAPE apelamos a nuestro Código ético, con dos vectores: la responsabilidad social y la veracidad informativa. Imparcial, pero no impasible. Es decir, profesional comprometido.
*Artículo publicado en el Monográfico de Comunicación Responsable de Corresponsables